jueves, 7 de julio de 2011

Poemas de Azorín

Azorín
Poesía
¡Pobre Rosa!
De nada te han servido tus defensas,
ni tus estambres, reclamando vida,
ni las fragancias que en el alma escondes:
el jardinero te troquela en ramo...
...para morir estática,
sabiendo la tortura en que agonizas.
No será el viento quien te arranque el pétalo
hasta quedar desnuda,
ni la abeja libando de tu jugo
podrá polinizarte...
Los ojos que te miran
de sobra sabes que ya no te ven,
final aborrecible siendo aún bella.
En soledad mortal de cementerio
hoy te han dejado,
solo para adornar una mortaja...


Miles
Tened claro que existen
unos cuantos poetas genuinos
– algunos conocidos –
y otros muchos que anhelan  que se les reconozca
como grandes poetas.
Se sienten importantes y, dentro de su círculo,
tratan de ser el gallo del corral,
cacarean, enseñan su plumaje
envanecidos, vanos, engolados,
impacientes y con cierta soberbia.
Lo cierto amigos míos
es que son unos cuantos y pululan,
alrededor del YO,   disfrazados de auténticos.
Queridos jóvenes: id con cuidado.
Hay muchos impostores profanando
el sagrado lenguaje de la vida,
el lenguaje sagrado de los sueños.



Poemas de Ramón María del Valle

Ramón M. del Valle
Poesía
Rosas de llamas
Ráfagas de ocaso, dunas escampadas.
La luz y la sombra gladiando en el monte:
tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.

La culebra de un sendero tenebroso,
la sombra lejana de uno que camina,
en medio del yermo el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina.

¡Venteaban los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
alma en combate, la expresión frenética,
un ramo de venas saltante en las sienes!

Lóbrega su estrella le alumbra el sendero
con un torbellino de acciones y ciencias:
las torvas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.

Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
la luz y la sombra gladiando en el monte:
mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.

Rosaleda

Cuando iba por la selva nocturna, sin destino,
escuché una esperanza cantar sobre el camino,
en la alborada de oro. Yo pasaba. Su canto
daba sobre una lírica fresca rama de acanto.

Saliendo de mi noche, me perdí en un recinto
de rosas. Por los métricos sellos de un laberinto,
los senderos en fuga culterana y ambigua,
conjugaban el tema de la fábula antigua.

Conversé con las rosas, y, como un amuleto,
recogí de las rosas el sideral secreto.
Los números dorados
de sus selladas cláusulas, me fueron revelados.

Mi Alma se daba,
dándose gozaba,
y transcendía
su esencia en goce.
Se consumía
en la alegría
del que conoce.

 

poemas Antonio Machado

Antonio Machado
Poesía

A don Miguel de Unamuno
Este donquijotesco
don Miguel de Unamuno, fuerte vasco,
lleva el arnés grotesco
y el irrisorio casco
del buen manchego. Don Miguel camina,
jinete de quimérica montura,
metiendo espuela de oro a su locura,
sin miedo de la lengua que malsina.

A un pueblo de arrieros,
lechuzos y tahúres y logreros
dicta lecciones de Caballería.
Y el alma desalmada de su raza,
que bajo el golpe de su férrea maza
aún durme, puede que despierte un día.

Quiere enseñar el ceño de la duda,
antes de que cabalgue, el caballero;
cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda
cerca del corazón la hoja de acero.

Tiene el aliento de una estirpe fuerte
que soñó más allá de sus hogares,
y que el oro buscó tras de los mares.
Él señala la gloria tras la muerte.
Quiere ser fundador, y dice: Creo;
Dios y adelante el ánima española...
Y es tan bueno y mejor que fue Loyola:
sabe a Jesús y escupe al fariseo.


A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.



Mauricio López-Roberts
Poesía

A veces, por no decir siempre

quisiera ser como  Rafa

tener su inteligencia y su cara

y así te sientas contento de mí…

Pues no suelo tener la sinceridad, ni la alegría de Christian

esa que te hace feliz y suspirar

que te llena de magia y primavera

suelo ser renegón y hasta aburrido...

Soy muy inmaduro para mi edad

se que en eso me gana por largo trecho tu amigo Marcos.

y también se que nunca lograre tener la galantería del Suizo,

pero él esta lejos y yo aquí a tu lado…

Talvez no tenga una carrera profesional como Rodrigo

ni tendré el gusto que tiene el para observar la luna.

no tengo dinero para un telescopio

ni la paciencia para mirar los cielos por horas…

Pero lo bueno es que no tengo la pelada de tu amigo Esteban

ese que estaba en España y ahora no sabemos donde

y suelo ser menos egoísta que Claudio

pero puedo escucharte horas de horas sin fastidiarme de algo.

No puedo ser como ellos

Pero puedo ser como tu

tengo tu alegría, la ternura que guardas por las noches,

y esos temblores que suelen llegar a ti en un momento inesperado


Me encadenas

Escucha como suspiro tu silencio,
tu odio, tu lamento
hace un ruido fúnebre,
melancólico y sincero
se acerca lentamente a tus ojos,
me miras, murmullas, me derrotas
de un momento a otro, me encadenas, me aprisionas
y con la ira encadenas el amor que aun existe, te haces noche....

Y como no queriendo recordar,
te haces bella,
enfureces
te asomas despacio como fiera a mi asecho entre las hojas
esperando a que caiga en tu trampa,
en tu astucia, en tu venganza,
haces roce, haces goce....

Y caigo,
me desangro,
me mutilas miembro a miembro,
bebes mi sangre,
destruyes mis entrañas,
devoras mis anhelos,
cenizas haces de mis sueños,
mi corazón aplastado entre tus manos
que suaves como las pelusas de mi almohadas en verano que hoy te extrañan,
fenece....

Muero calcinado y sin tumba,
huyes,
mira como corres ahora  en silencio
sin lamento, sin reproche, sin recelo,
¿Estas contenta?,
entonces porque juntas mis pedazos como queriendo revivirme,
estoy muerto,
estoy hecho de polvo
y  al  polvo  he regresado,
¿Me has amado?
a no olvidarte, a no odiarte
tú me has hecho





Un poema para caro

poemas de Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno

Poesía

La luna y la rosa

En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
y el aroma de la noche
le henchía ?sedienta boca?
el paladar del espíritu,
que adurmiendo su congoja
se abría al cielo nocturno
de Dios y su Madre toda...
Toda cabellos tranquilos,
la Luna, tranquila y sola,
acariciaba a la Tierra
con sus cabellos de rosa
silvestre, blanca, escondida...
La Tierra, desde sus rocas,
exhalaba sus entrañas
fundidas de amor, su aroma...
Entre las zarzas, su nido,
era otra luna la rosa,
toda cabellos cuajados
en la cuna, su corola;
las cabelleras mejidas
de la Luna y de la rosa
y en el crisol de la noche
fundidas en una sola...
En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
mientras la rosa se daba
a la Luna, quieta y sola
.

 

Luciérnaga celeste

Luciérnaga celeste, humilde estrella
de navegante guía: la Boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella

del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor; gran maravilla
que broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.

Era al girar del universo quicio
basado en nuestra tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.

Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio
y diste así con su esperanza al trast